Psicología
Infantil
Los
niños viven un periodo de rápido crecimiento y desarrollo que representa una
clara diferencia frente a la relativa estabilidad de los adultos. Además de los
cambios físicos asociados con la maduración, existen importantes cambios
sociales, cognitivos y comporta mentales que tienen profundas repercusiones
para la psicopatología infantil y su tratamiento.
La edad se presenta como uno de los aspectos más importantes a tener en cuenta, en la consideración y pronóstico de una conducta infantil, dado que lo que puede resultar como absolutamente normal en una edad determinada puede que ya no lo sea en otra edad (pelearse, mojar la cama, miedos o actividad sexual). Conductas de este tipo son consideradas de un modo muy distinto y tienen un pronóstico diferente según la edad del niño que las manifiesta. De hecho la mayoría de los síntomas de los trastornos infantiles son comportamientos adecuados, o por lo menos típicos en las primeras etapas del desarrollo (hiperactividad, inquietud e incluso agresión). Por ejemplo, los estudios epidemiológicos de niños normales muestran que los padres informan que aproximadamente la mitad de los niños son inquietos hiperactivos y distraibles; los síntomas más característicos del trastorno de hiperactividad con déficit atencional.
La edad se presenta como uno de los aspectos más importantes a tener en cuenta, en la consideración y pronóstico de una conducta infantil, dado que lo que puede resultar como absolutamente normal en una edad determinada puede que ya no lo sea en otra edad (pelearse, mojar la cama, miedos o actividad sexual). Conductas de este tipo son consideradas de un modo muy distinto y tienen un pronóstico diferente según la edad del niño que las manifiesta. De hecho la mayoría de los síntomas de los trastornos infantiles son comportamientos adecuados, o por lo menos típicos en las primeras etapas del desarrollo (hiperactividad, inquietud e incluso agresión). Por ejemplo, los estudios epidemiológicos de niños normales muestran que los padres informan que aproximadamente la mitad de los niños son inquietos hiperactivos y distraibles; los síntomas más característicos del trastorno de hiperactividad con déficit atencional.
La
edad también ha de ser tenida en cuenta a la hora de determinar si se ha de
intervenir, la elección del tipo de tratamiento y cuándo se ha de intervenir.
Esto supone una tarea complicada debido a los cambios sistemáticos en los
patrones comporta mentales y emocionales que se suceden en el curso del
desarrollo.
LA
INTERACCIÓN - PADRES-HIJOS
Para
mantener una buena relación es necesario que la comunicación sea buena y este
siempre abierta.
- Hablar no lo es todo. Es mejor hablar en un
tono de voz bajo pero que conlleve una consecuencia real.
- Las tácticas para desarrollar una buena
comunicación deben adaptarse a la edad y madurez del niño/a.
El
orden adecuado para fomentar una buena comunicación es pasar de más
consecuencias con menos palabras cuando son pequeños, y a más palabras con
menos consecuencias a medida que se acerca al periodo de la adolescencia.
En
general, lo mejor es usar más DIRECCIÓN con un niño/a pequeño
y más COMUNICACIÓN con un niño/a más mayor.
Cómo
hablar al niño/a
- Mírale a los ojos y fomenta que tu hijo/a
también te mire así a ti. Si a tu hijo/a le cuesta puede ser útil jugar en otro momento
al "Juego de las miradas ".
- No olvides elogiarle cuando lo haga.
- Háblale con voz firme y relajada.
- Utiliza frases sencillas. Y evita discursos.
- Explica a tu hijo/a los sentimientos que
producen en tí sus acciones o actitudes en fugar de criticarle
directamente (además de establecer consecuencias cuando sea necesario): "me enfado mucho cuando dejas tus
juguetes sin recoger y tengo que recogerlos yo", " me enfado
mucho cuando tardas mucho en comer y tengo que esperar para recoger la
cocina y no puedo estar luego contigo leyéndote un cuento",...
- Aprende a utilizar frases en 1a persona
en lugar de en 2a. De esta manera se evitan las críticas y culpabilizar al
niño/a y no dejas de expresar tus emociones con eficacia.
- Di lo que piensas y piensa lo que dices.
Cómo
entender a nuestros hijos
A
continuación ofrecemos algunas ideas que puedan servir de guía para una buena
relación padres e hijos:
- Padres e hijos no son iguales en todos los
aspectos. La única diferencia es la natural dependencia del niño en
relación con la seguridad, el apoyo y la alimentación, que otorga a los
padres una responsabilidad natural sobre amplias áreas de la vida del
niño.
- Los padres que castigan a los niños que no se
comportan como se espera de ellos, no son "malos padres". El
castigo sólo es malo cuando:
- No sirve para cambiar el comportamiento de un
niño
- Acarrea consecuencias no deseadas para el
niño
- Los padres promueven el sentido de la
seguridad en los niños cuando dicen exactamente lo que pretenden, cuando
lo dicen claramente y cuando son coherentes y predecibles en su
comportamiento.
- Un niño puede desarrollar su sentido de la
responsabilidad sólo cuando se le considera responsable de sus actos. Este
sentido de la responsabilidad puede y debe ser enseñado por los padres.
- La autoridad paterna no tiene porqué ejercerse
de manera abusiva, mezquina, dura o dañina para el niño. No obstante, la
autoridad corresponde a los padres.
- La mayor parte de las dificultades entre
padres e hijos surgen de la lucha que se establece por disponer de poder y
control. Los padres deben saber cómo ganar esta batalla cuando sea
necesario, de modo que puedan otorgar poder a sus hijos cuando sea más
aconsejable.
Las
claves para resolver la mayoría de las dificultades que los padres tienen con
sus hijos consisten en establecer unas normas, marcar las consecuencias que se
derivan de la ruptura de esas normas y utilizar una disciplina coherente.
Las
normas efectivas contribuyen a que el niño se sienta seguro, de modo que no
tenga que comportarse mal.
Un
conjunto de normas define cuales son las relaciones entre los miembros de la
familia, ofrece pautas para tomar decisiones y proporciona ideas sobre cómo
deben producirse los cambios dentro de la familia. El procedimiento de
establecer normas y límites para los niños no es inamovible pues deben irse
ajustando a las circunstancias cambiantes como el crecimiento físico, la
maduración intelectual y afectiva y las nuevas condiciones de la vida familiar.
Si en la familia no se produce un proceso semejante, El caos resultará
inevitable. Todos sus miembros sentirán inseguridad y ansiedad cuando existan
falta de entendimiento y confusión en cuanto al papel que cada uno debe jugar
para tener un comportamiento adecuado.
Los pasos a seguir para establecer normas son:
Observar
cuidadosamente a los hijos
La
mera presencia de los padres hace que el comportamiento de un niño no sea
realmente el que tendría. Para entender esos "otros" comportamientos
debemos ser capaces de observar a los niños sin que éstos se den cuenta de
nuestra presencia. También preguntar a amigos o parientes qué les parece el
comportamiento de su hijo. Cuando se observa a un niño lo que si hay que evitar
es la tendencia a ser únicamente las cosas que hace mal, en lugar de observar
su comportamiento general.
Una
de las principales dificultades que experimentan los padres cuando observan a
sus hijos deriva de sus deseos de intervenir en su comportamiento. Si usted quiere
que su hijo se comporte "adecuadamente", recuerde que una
intervención desafortunada sólo puede conseguir un comportamiento indeseado.
Analizar las situaciones problemáticas
En
primer lugar, averigüe cual es el problema. La mejor manera de definir un
problema es identificar un comportamiento que desee cambiar.
Una
de las tentaciones que más frecuentemente sufren los padres al definir un
problema consiste en querer modificar el estado emocional o los sentimientos
del niño. Lo más eficaz, por el contrario, es tratar de modificar el
comportamiento. Si se consigue modificar un comportamiento, la mayoría de las
veces cambia también el estado emocional que sustentaba ese comportamiento.
Una
vez definido el problema, el paso siguiente será analizarlo. Para hacerlo
necesitamos toda la información que podamos reunir: ¿Cuándo ha surgido? ¿Cómo?
¿Cuáles son sus consecuencias? ¿Qué parte de él nos corresponde? ¿Cómo
reaccionamos? ¿Entendemos por qué reaccionamos de ese modo? ¿Qué nos gustaría
hacer? ¿Cómo nos gustaría que se resolviese esta situación por si sola?. Para
analizar cada problema lo más conveniente es que los padres, entre sí o con
otra persona, sean capaces de hablar.
Tras
analizarlo, el siguiente paso consistirá en considerar las distintas posibilidades
para poder resolverlo. Después, convendrá revisar cada una de ellas teniendo en
cuenta si somos capaces de hacer lo que cada posibilidad exija, las
consecuencias probables que ello pueda tener en el niño y en nosotros mismos, y
también si la solución es razonable en cuanto se refiere a tiempo, energía y
dinero.
Establecer las normas
- Las normas deben ser razonables
- Los padres deben asegurarse de poder
distinguir cuando se ha cumplido la norma y cuando no.
- Hay que describir las normas con detalle
- Las normas deben establecer un límite de
tiempo
- Debe existir alguna consecuencia prevista si
se rompe el cumplimiento de una norma
Ser
coherentes al aplicarlas
La
coherencia es una manera de informar al niño de que los padres piensan
realmente lo que dicen. La aplicación coherente de buenas normas promoverá el
orden y la disciplina en la familia, dará seguridad y contribuirá a que todos
ofrezcan una mejor disposición.
Cómo
tomar decisiones sobre nuestro hijo
Los
padres a los que se les hace tan difícil tomar decisiones respecto a sus hijos
no tienen confianza en cómo debe actuarse.
Para
ciertos padres, cualquier resultado que no sea una comprensión inmediata y
espontánea o una respuesta efectiva a las dificultades, es señal de su
incapacidad personal. Esto es una auténtica tontería, NADIE HA NACIDO SIENDO
PADRE. Por el contrario, ser padre es algo que se aprende.
No
resulta sencillo adoptar decisiones sobre cómo proceder con los hijos. Tenemos
que hacer lo que podamos con lo que tenemos. Como padre, usted necesitará
disponer de tiempo para sentarse tranquilamente a analizar las dificultades de
sus hijos y para decidir qué hacer.
Cuando
los padres se muestran indecisos en relación con sus hijos, éstos lo perciben y
ello afecta a sus sentimientos de seguridad y de bienestar.
Si nos
equivocamos al escoger, padres e hijos seguimos juntos y podemos así corregir
los errores cometidos en el pasado. Esta voluntad de actuar con decisión,
incluso ante la posibilidad de cometer errores, es lo que permite al adulto
adquirir cierto grado de confianza, la que a su vez le proporcionará la
capacidad de corregir sus errores.
Los
padres que se muestran indecisos ofrecen a sus hijos una inmejorable
oportunidad para ser caprichosos y dominantes creando un clima de tensión cada
vez mayor.
Cuando
los padres están además dispuestos a admitir sus errores y a aprender de ellos,
también están creando el clima necesario para que los hijos, a su vez, admitan
sus propios errores y aprendan de ellos.
Observar su comportamiento
Cuando
el niño/a empieza a actuar repentinamente de una forma distinta, es muy posible
que intente comunicar algo.
Miguel
de 8 años se había vuelto destructivo, rompía juguetes y cosas de la casa. Se
descubrió que estaba muy preocupado por la salud de su padre, que era precaria,
pero de la que nunca se hablo en su presencia. Con ayuda, fue capaz de expresar
sus sentimientos y dejar de manifestar sus miedos.
Ayudarle
a Expresar sus Emociones.
El
proceso de enseñar a un niño/a a definir y expresar sus emociones es lento y
supone mucha insistencia.
Con
los niños muy pequeños es útil utilizar el "árbol del sentimiento". A
medida que el niño/a se hace mayor es útil utilizar expresiones como:
"Suena como si estuvieras enfadado con Juan"," Parece que te
preocupa algo. ¿Qué crees que es? ",... y fuego tras una corta charla
puede lograrse que el niño/a verbalice que está celoso,....
No
hay que olvidar tampoco que no sólo se le ha de enseñar a expresar sus
sentimientos sino que también se debe añadir una consecuencia a su
comportamiento.
Tiempo
para Escuchar.
Es muy
importante encontrar un rato diario para hablar con nuestros hijos, en el cual
nos cuenten lo que les ha pasado durante el día y sus sentimientos, de manera
que se sientan libres para darnos detalles.
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